Aquí va un espectacular artículo que apareció en el diario de Zamora. Como podréis adivinar cuando vayáis leyendo (ya sé que es muy largo pero no seáis vagos) lo ha escrito un hombre de bien, un macho ibérico de los que hoy en día escasean, un tío con un gran nivel cultural...en fin, que no vale la pena hacer mala sangre. Ahí lo dejo si os animáis
Las mamografías de Cañete, el doctor No y otros peligros de muerte
ANTONIO CIVANTOS. Si, como dice Cañete, a las ecuatorianas les salen baratas las mamografías, para mí que las nekanes del PCTV y ANV deberían pagar el triple por el servicio. Y es que no se pueden comparar unas cosas con otras. Las mujeres ecuatorianas son bastante discretas y recogidas, monillas en general, pero más bien parcas en todas sus pertenencias. En cambio, amigos míos, esos cetáceos del norte, con esos lomos y morcones, y esas ubres lácteas y acalostradas, deberían abonar el triple de la tarifa normal. La verdad, no sabría uno donde encasillar a estas vascas, anatómicamente hablando. Y eso que los del Ministerio de Sanidad han establecido tres baremos corporales para catalogar a las mujeres españolas: diábolo, cilindro y campana. Sin embargo, las vascas de la izquierda aberchale no responden a la sensibilidad de estas medidas. A no ser, claro está, que las vascas no sean españolas. Cosa que dudo mucho. Al menos, no deberían haberlas discriminado de esa guisa, pues con añadir otro parámetro a la terna tipológica española todas hubieran quedado contentas. Por ejemplo, no se hubiera provocado ningún conflicto si las hubieran dividido en: diabólicas, cilindrínicas, campanudas y cetácicas. Las diabólicas son aquellas que te hacen la vida imposible, me refiero a esas mujeres fatales de las películas que al final siempre consiguen matarte de asco. Las cilindrínicas son las mujeres que fuman como chimeneas, ennegreciéndote la vida para siempre. Las campanudas son aquellas que están buenísimas y, además, son capaces de quitarte la Visa y todas las joyas y pieles que husmean a su paso. Y, por fin, las cetácicas, nacidas en el País Vasco y que, por su aspecto de endriago marino, se afilian a cualquier partido político patrocinado por la Eta, para salir luego en televisión y asustar a los niños. Otro que asusta, naturalmente, es el doctor No, que es el gran sedador de Madrid. Si en su Servicio de Urgencia entraba un jubilado con dolores reumáticos, un suponer, lo trasteaba por bajo con esmero y, al rato, el afortunado salía de allí en furgón fúnebre hacia la Almudena, completamente nuevo, sedado y con la serenidad de los lamas reflejada en su rostro de muerto. Naturalmente, a los socialistas estas actuaciones les han parecido de perlas; no en vano, ahora dicen que son partidarios de la eutanasia, que es lo más progresista que se ha inventado últimamente. Y el doctor No, claro está, se ha mostrado como un consumado experto en la materia. Por eso lo defendieron el otro día en la Asamblea de Madrid, todos los rojos puestos en pie, aplaudiéndole, vitoreándole, como si el tipo fuera una víctima de sus propios damnificados. Desde luego, solo de verlo en fotografía, su aspecto me produce un tropel de escalofríos y, sobre todo, una posterior sudoración diabética. Porque, a mi entender, una cosa es la eutanasia y, otra muy distinta, el descabello. Creo que entre ambos conceptos hay un sinfín de sutilezas a tener en cuenta. Porque si nos van a descabellar por un simple dolor de muelas, digo yo que sería menos hipócrita la reapertura y el acondicionamiento de las antiguas chekas, la de San Antón, por ejemplo, que la tengo aquí enfrente y, al menos, me ahorraría el taxi de ida, que siempre es una pasta. La cheka es un sistema como otro cualquiera para que los progres practiquen la eutanasia y solucionen, burla burlando, la escasez de camas hospitalarias. Que sobran enfermos, no hay problema, se trasladan a la cheka, se llama al doctor No y, en un par de eutanasias, con revolera incluida, ha resuelto la inflación hospitalaria. Descabello, oreja y vuelta al ruedo. Como para echarse al monte.